Pero las cosas ocurrieron de modo que el último partido, entre Brasil y Uruguay, dilucidaría al campeón, si bien a Brasil le bastaba el empate. Maracaná estaba hasta arriba, con 200.000 personas (dos Nou Camps, si bien ahora Maracaná tiene 89.000 localidades) atestando una del las catedrales del fútbol mundial. Hasta el presidente de la FIFA, Jules Rimet, llevaba ya escrito el discurso en portugués dedicado a los campeones. Se habían impreso carteles y se dice que los jugadores llevaban bajo el uniforme camisetas conmemorativas.